A pesar de que prefiero la literatura latinoamericana, mi elección por una obra de Edgar Allan Poe se fundamenta en dos ideas: eliminar el estigma de lo norteamericano e indagar en un estilo literario desconocido para mí.
Este cuento fue escrito en el año 1842, dos siglos después del ocaso del estilo gótico, tan propio de este autor y que abarca en gran medida esta obra. El tema central que se aborda de casi principio a fin está fielmente impregnado en su título: Un retrato oval; es el retrato de una joven “ya formada, casi mujer”. Lo curioso y lo novedoso es que Poe empieza narrando una historia (entrar a un castillo abandonado para pasar la noche ahí) y por medio de esta, se introduce en otra historia paralela que resulta ser el verdadero motivo del cuento.
Comenzamos con la curiosidad del considerado, hasta entonces, protagonista, sobre las pinturas que hay en el castillo. Esto es, sin duda, el comienzo de un viaje al parecer breve pero importante sobre el arte. No olvidemos que es en este período en el que surge el Impresionismo que da comienzo a una serie de diversos estilos que hoy conocemos como las vanguardias. Lo primero que observa son la tapicería y los trofeos heráldicos. La cultura de la antigua Grecia marca un antes y un después en todo referente para la civilización occidental. El arte griego es considerado como clásico y es un precepto o guía para toda la escultura y arquitectura que se ha reproducido de uno u otra forma a lo largo de toda la historia occidental. Luego, cuando sigue avanzando por el muro ve numerosas obras modernas de estilo árabe. Esto se refiere, probablemente, al arte islámico, surgido en el siglo XIX por el Movimiento Orientalista que, al igual que el griego (reproducción de la forma) es rica en tapicería.
Cuando decide a acostarse, contempla una colección de arte religioso, que es conocido a través de la historia como Arte Sacro, propio de la Edad Media, dejada cuatro siglos atrás para el autor, o talvez dos para el cuento. De este tipo de arte es propio el bautismo, el juicio, la crucifixión, la muerte y resurrección de Cristo, reflejo de la doctrina cristiana predominante en el mundo o lo que era mundo para ese entonces: Europa, y es por esto que destacan Miguel Ángel y Leonardo Da Vinci, por nombrar algunos. Sin embargo, todo lo mencionado anteriormente quizás sea solo una coincidencia con sus fantasías norteamericanas y no alemanas, como destaca el autor: Si muchas de mis producciones han tenido como tesis el terror, sostengo que ese terror no viene de Alemania, sino del alma [norteamérica]; que he deducido este terror tan sólo de sus fuentes legítimas, y que lo he llevado tan sólo a sus resultados legítimos Edgar Allan Poe, citado por Julio Cortázar en Ensayos y Crítica (Alianza Editorial - Madrid, 1973), pues, a pesar que para Ruben Darío lo califica en su libro Los Raros (1896) como un poeta que ha influenciado hondamente en el arte universal, Poe carecía de formación pictórica. Solo había sido formado en literatura, con una latente curiosidad por la creación literaria castellana.
Con esto, abandonamos la primera historia, la falsa historia que nos introduce al verdadero relato. Al tener en sus manos el cuadro, nuevamente aparece mencionado el arte “había en él mucho de la manera de pintar de Sully -Thomas Sully, pintor estadounidense de origen inglés-” lo que nos hace cuestionarnos fuertemente sobre lo conocido o no por el autor y recordarnos que no solo sus obras, sino su vida están llenas de misterios. Era el retrato de una joven con cabellos radiantes que, a pesar de toda la denotación y connotación que tiene ser joven, estaba cubierta de una sombra vaga. Con esto, empezamos a ver la figura del esperpento que corresponde al género literario creado, posteriormente, por Ramón del Valle-Inclán, donde se busca deformar la realidad a través de un lenguaje desgarrado. Es decir, dejamos de ver este mundo real creado primeramente por Poe para darnos paso a este mundo deformado que esconde la historia que contiene el retrato que tiene en sus manos y darnos cuenta que la vida misma de la joven está en ese cuadro; pues, el pintor del retrato poco a poco va absorbiendo la vida de la muchacha hasta el punto que termina muerta cuando él acaba de retratarla. Es como la mezcla de un espejo cóncavo y convexo puestos al mismo tiempo sobre la historia, donde no hay tiempo para dormir, el tiempo transcurre lento y a la vez rápidamente dentro de aquella torre que se habían encerrado. El pintor en su afán de demostrarle su amor enloquece pintando el lienzo con su imagen, sin embargo rara vez levanta la mirada (este pintor calza perfectamente con uno de los personajes típicos de este género literario: pintor fracasado y obsesivo) sin darse cuenta que la escasa luz que penetra la torre la está matando ¿o tal vez es el retrato el que la está consumiendo? Nuevamente vemos esta realidad convexa y cóncava: es posible atrapar la vida en una obra y lo vemos explícitamente en lo que dice el pintor: “En verdad, esta es la vida misma”. Con esto cuestionamos si es cierto que ambas son historias paralelas, pues se va deformando la existencia de una para internarse en la otra y convertirse en una sola historia, es decir, la vida de la mujer joven está presente en el retrato que aquel hombre malherido encontró en el interior del castillo.
Por Camila Torres
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