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viernes, 13 de julio de 2012

El hechicero del Ande.

Franz Tamayo o “el hechicero del Ande” es considerado una de las figuras más importantes de la literatura y cultura boliviana de la primera mitad del siglo XX. Sin embargo, a pesar de ser una figura intelectual destacada, gran parte de su obra literaria es desconocida, debido a la falta de divulgación y reedición de sus escritos.
Durante su niñez y juventud pasó varias temporadas estudiando en Francia y Reino Unido y se graduó como abogado en la Universidad de San Andrés, todo esto gracias a que era hijo de padre diplomático. Además de poeta también fue un importante político en su país.
Fundó el Partido Radical hasta que este se fusionó con los conservadores en la década de 1920. Al interior de este partido fue elegido diputado y constantemente ocupó cargos de relevancia como los de presidente de la Cámara, delegado de la Sociedad de Naciones y Ministro de Relaciones Exteriores. En 1935, durante la guerra del Chaco, fue elegido presidente puesto que nunca ocupó debido a que antes de asumir el cargo se llevó a cabo el golpe militar dirigido por José Luis Tejada Sorzano.
La actividad política no le impidió desarrollar su faceta de periodista y poeta; dirigió el periódico “El hombre libre” y fundó “El fígaro”, medios en los que también publicó varios de sus escritos y se defendió públicamente de algunos críticos y escritores que escribían en contra de de él en otros diarios. Dentro de su obra poética se destacan Las Odas; Proverbios sobre el arte, la vida y la ciencia; Nuevos proverbios; Los nuevos rubayat; Scherzos y Epigramas griegos.
Esto comprueba lo que dice Ángel Rama acerca de las clases que ocupan el poder en la ciudad que se iba modernizando al señalar:”A las [clases] ya existentes en la administración, las instituciones públicas y la política, se agregaron las provenientes del rápido crecimiento de tres sectores que absorbieron numerosos intelectuales, estableciendo una demanda constante de nuevos reclutas: la educación, el periodismo y la diplomacia. Solo la segunda pareció disponer de un espacio ajeno al contralor del estado aunque salvo los grandes diarios y revistas ilustradas, la mayoría de los órganos periodísticos, que siguieron siendo dominantemente políticos como era ya la tradición romántica, retribuyeron servicios mediante puestos públicos, de tal modo que las expectativas autónomas del periodismo se transformaron en vías de acceso al Congreso o a la Administración del Estado”.[1]
Tamayo es considerado el mayor representante del modernismo de su país, destacando como esteta y espléndido versificador modernista dotado de un inmenso talento. Su poesía utiliza un vocabulario lleno de finos matices, está repleta de símbolos y es equiparable a la de los mejores poetas de la lengua y a pesar de que el alma de este poeta nos muestra un espectáculo fuertemente influenciado por el helenismo, siempre mantiene el perfil vigoroso de una personalidad arraigada en el corazón de su país. Ayudando a generar “la autonomía poética de la América española [que deseaba Darío] como parte del proceso general de libertad continental, lo que significaba [y contribuiría a] establecer un orbe cultural propio que pudiera oponerse al español materno, con una implícita aceptación de la participación de esta nueva literatura en el conglomerado mayor de la civilización europea, que tenía sus raíces en el mundo grecolatino.”[2]  No debemos olvidar que según algunos críticos recién en el modernismo la literatura latinoamericana toma fuerza como una literatura con identidad propia, y se acerca más a lo netamente latinoamericano aunque siempre con ciertas influencias.
A continuación revisaremos algunos poemas de los libros “Odas”  y “Scherzos” en los cuales se aprecia una visión elevada acerca de lo latinoamericano, y quizás en este sentido a pesar de ser un escritor del modernismo se aleja un poco de lo que propone Darío cuando “afirma la impostergable necesidad de volver por los fueros de una específica creación poética”[3]  señalando lo siguiente: “Pues no se tenía en toda la América española como fin y objeto poéticos más que la celebración de la glorias criollas, los hechos de la independencia y la naturaleza americana: Un eterno canto a Junín, una inacabable oda a la agricultura de la zona tórrida, y décimas patrióticas.”[4] Siendo justamente esto último lo que más resalta en los siguientes poemas.
Atlas.
En minas de diamante
y ríos de oro,
amasó su tesoro
el rey atlante.
En sangre hespérica
lo que sorbió el océano
devuelve América[5]
En esta estrofa Tamayo le canta a la inmensa riqueza de América y la compara con todo el esplendor de la desaparecida Atlántida, transformando de esta forma nuestro continente en un oasis pleno de riquezas y maravillas, al igual que la mítica isla sumergida bajo el mar. De esta forma el poeta boliviano muestra que el nuevo mundo no tiene nada que envidiar a otros lugares del globo, y tal como dice Andrés Bello “el hechicero del Ande” nos muestra que:
“tiempo es que dejes ya la culta Europa
que tu nativa rustiquez desama,
y dirijas el vuelo a donde te abre
el mundo de Colón su grande escena.”[6]
“Siguiendo con el realce de lo latinoamericano en su oda de 1896 titulada “Manco Inca XIII”, Franz Tamayo idealizó al último Inca llegando a afirmar que consciente de la inevitable derrota en la batalla, el rey peruano buscaba en la muerte un placer y el reinicio del tiempo perdido, que los caídos en la guerra serían los verdaderos vencedores y que el declive histórico llegaría a ser, en verdad, un nuevo amanecer.”[7]
“Entraba a las batallas ignorante de todo;
pues él solo sabía que las iba a perder.
Y buscaba la lid sin esperanza, a modo
de hallar en la muerte un placer.
Así, él enumeraba por triunfos sus derrotas,
y juzgaba, en sus huestes rotas,
a cada muerto un vencedor.
Tal las almas sublimes creen que es, en su delirio,
la muerte un despertar, la gloria un gran martirio
y el crepúsculo un gran albor.”[8]
Por medio de este poema y de otras odas, Tamayo presenta la historia quizás a veces dicotómica de América porque así como en este caso muestra la valiente muerte del último inca a manos de los españoles, también tiene una oda titulada “El apostolado”, oda que escribe con el fin de ensalzar el nombre de Bartolomé de las Casas, apóstol dominico español, que ayudo en gran manera a los indígenas.
Volviendo a “Manco Inca XIII” si bien es cierto que en esta oda Tamayo omite que Manco Inca fue un servidor y casi una marioneta de Francisco Pizarro y que fue coronado gracias al apoyo de los españoles, sí realza las grandes hazañas del último inca gobernante. Este llevó el liderazgo de varios grupos étnicos, mantuvo sitiada por más de un año al Cuzco y reinstauró el culto al Sol; finalmente fue traicionado por un súbdito perteneciente a su misma raza.
De esta forma y con la magia del lenguaje este poeta da vida a su lírica histórica, cargada de sentimientos y realidad, así es como este periodista, político y poeta boliviano muestra los distintos matices que tuvo la conquista de América y su independencia, esta es la manera que nuestro mago de la palabra encontró para mostrarnos las traiciones y bajezas, las paradojas y todas las apreciaciones dicotómicas de la historia, donde quizás no sabemos quiénes son “los buenos” y “los malos”, pero  “que Tamayo… haga empleo de la lírica para expresar esa visión pueril de la historia, plagada de un maniqueísmo utópico, le otorga sin duda una licencia literaria”[9] y lo transforma en un inventor, recreador y verdadero “hechicero del Ande”.

Gabriel Soto San Martín.


[1] Véase Ángel Rama. “La ciudad letrada”, capítulo IV. , Editorial Arca, Montevideo, 1998, p. 62. Los corchetes fueron agregados.
[2] Véase Ángel Rama. “Rubén Darío y el modernismo”, Capítulo: “Inauguración de una época poética”, Editorial Alfadil Ediciones, Barcelona, 1985, p. 5. Los corchetes fueron agregados.
[3] Véase Ángel Rama. “Rubén Darío y el modernismo”, Ídem, p. 8.
[4] Véase Rubén Darío. “Historia de mis libros”, Obras completas, Editorial Afrodisio Aguado, Madrid, 1950, p. 206.
[5]  Véase Franz Tamayo. “Scherzos”, Editorial Juventud. La Paz, 1987, p. 279. 
[6] Véase Andrés Bello. “Alocución a la poesía”, Poesías. Editorial  Ministerio de educación, Caracas, 1952, p. 43.
[7] Véase Periódico mensual Pukara, Bolivia, Año 6, Número 69, 2012, p.11.
[8] Véase Franz Tamayo, “Odas, verso y prosa”. Editorial Juventud, La Paz, 1987, p. 94.
[9] Véase Periódico mensual Pukara, Ídem p.11.

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