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jueves, 5 de julio de 2012

Nos tragamos al poeta.


Para hacer un análisis más profundo de “El rey burgués” de Darío es necesario que contextualicemos el periodo en el cual esta obra es publicada. El título original de “El rey burgués” era “Cuento alegre”, esta narración se publica por primera vez en el diario “La Época” de Santiago de Chile en 1887 y posteriormente se publicó en 1888 como la primera novela de la primera edición de “Azul” en el capítulo “Cuentos en prosa”. En esta edición el texto ya aparece con el título “El rey burgués” y el “Cuento alegre” se mantiene solo como subtítulo.
A la hora de hacer el análisis en cuestión nos tomaremos de los estudios de Grinor Rojo acerca de Ángel Rama y Antonio Candido. Además de iluminarnos por medio del capítulo IV de “La Ciudad Letrada” de Ángel Rama: “La ciudad modernizada”. Todo esto tomando en cuenta que Chile en esa época, y Latinoamérica en general

“buscaban por medio del imperio de la letra combatir en contra de la ciudad letrada y de disminuir todos sus abusivos privilegios, en estos tiempos se ven letrados contra letrados en una discusión sobre cómo modernizar un país. Mientras la población de las ciudades centrales se expandía rápidamente debido a una fuerte urbanización y los letrados tenían que proveer la educación. Todo esto a la vez que la educación, la diplomacia y el periodismo eran profesiones que absorbieron una gran cantidad de intelectuales, siendo esta última la única que mantiene cierta distancia del Estado y del mundo político. Las oportunidades eran pocas y una jerarquía injusta seguía existiendo, entonces las letras aparecieron como una palanca para el ascenso social. Así es como los escritores empiezan a venderse al sistema y son muchos los que dejan sus convicciones y sus luchas de lado para poder sobrevivir en la sociedad en la cual estaban inmersos”[1]
El primer enfrentamiento de las expresiones rey y poeta aparece con la interrogación: “¿Era un rey poeta? No, amigo mío: era el Rey burgués”. El contraste entre “poeta” y “burgués” resulta directo en esta frase, y si aceptamos que Rubén Darío refiere a las acepciones más ofensivas del término burgués, de cierta forma también podemos decir que el escritor está intentando señalar que si el personaje es burgués no puede ser poeta.
Una vez realizada la contextualización podemos manifestar que el cuento presenta en su extensión una ironía y un cruce de opuestos entre el poeta y el rey, además de una gran metáfora.
El texto es muy fácil de dividir en dos piezas bien destacadas: en la primera parte es netamente descripción, mientras que en la segunda se introduce la acción.
En la primera parte el protagonista es el rey, hay un tono alegre y no aparecen diálogos. Usando una construcción y un uso de palabras propio de los cuentos infantiles: “Había en una ciudad inmensa y brillante un rey muy poderoso”. Darío especifica punto por punto la vida del rey con descripción minuciosa y detallada, especificando como era su corte, sus pertenencias y su interés en las artes, señalándonos de esta forma que es una persona de una clase social acomodada. Entre las artes que más le gustan al rey encontramos la música, la pintura, la escultura, además del encanto por la vida lujosa. Sin embargo, hay una oposición entre la forma elevada con que se describe al rey y la ignorancia que este presenta más tarde al no conocer lo que es un poeta, siendo esto una forma de burlarse de los supuestos “intelectuales” que gobernaban la nación.
Ya nos puede dar indicios el texto al hablar  siempre en  forma irónica hacia el rey con las exclamaciones “buen gusto” y “refinamiento”  que al leerse por primera vez podrían expresar elogio, pero la frase en la que Darío llama al rey burgués “rey de naipe” revela la ironía abierta. En ese punto empieza la segunda parte de la historia, donde el contenido y no la forma en la cual se escribe se toman el poder, aquí es cuando ya no se encubre su antipatía hacia el rey o hacia la autoridad.  
La parte, dedicada al poeta, es triste y llena de melancolía. La descripción y el monólogo se caracterizan por la riqueza de expresión. Desde aquí se leen fenómenos que se refieren a la ignorancia e indiferencia del rey: su pajarero está lleno de diferentes especies de pájaros, pero el poeta es algo “nuevo y extraño” para él y en consecuencia de eso no trata al poeta como un hombre, sino más bien lo reduce casi al nivel de una bestia,  transformándolo en un ave o en un animal cualquiera.
El poeta, como no es una persona en concreto encarna el concepto de poeta auténtico en general: aunque tenga talento tiene hambre. Nuestro poeta hasta que se encontró con el rey burgués lo único que tenía era su ideal y la libertad para expresarlo. Hace mucho tiempo que el poeta es el símbolo de la inteligencia pero de la pobreza y del hambre del  mismo modo. Hay muchos ejemplos para este fenómeno en la literatura mundial pero solo quiero mencionar una cita del libreto de la “Opera de tres centavos” de Bertolt Brecht: “Pueden sustituir a la cena los libros / pero los que viven bien son solo los ricos.”[2]
Lo que dice el poeta manifiesta de forma clara y explícita la idea acerca del cómo escribir que tenía Darío, y resume el sentido y las tareas de ser poeta. Está presente desde el comienzo de los tiempos, “he nacido en el tiempo de la aurora”, busca su musa y el sentido de la vida, quiere ser líder, faro, como un Mesías. Y también enfrenta al rey, diciéndole que  el arte no está en las columnas de mármol, es decir,  no en las cosas que se pueden comprar por medio del dinero. El arte no aspira a ser perfecto, “no pone los puntos en todas las íes”, sino ser bonito, “entre un Apolo y un ganso, preferid el Apolo, aunque el uno sea de tierra cocida y el otro de marfil”. También señala la barrera del canon literario que establece la forma ideal para escribir, haciendo referencia a la libertad de escritura, a ponerse cada uno sus propios parámetros y no una norma cualquiera de redacción, manifestando todo eso en el siguiente enunciado: “Y bien! Los ritmos se prostituyen, se cantan los lunares de las mujeres, y se fabrican jarabes poéticos. Además, señor, el zapatero critica mis endecasílabos, y el señor profesor de farmacia pone puntos y comas a mi inspiración. Señor, ¡y vos lo autorizáis todo esto!... El ideal, el ideal...”
Pero todo esto no lo logra entender el rey, le parece un lenguaje nuevo y efectivamente es eso, es el Modernismo, precediendo a las vanguardias con el deseo de cambiar lo normal, lo típico y lo estructurado. De esta forma es el rey que aconsejado por uno de sus filósofos decide encadenar al poeta a una caja de música en el jardín.
El ‘trabajo’ que ofrece el rey es muy degradante, pero el poeta lo acepta, lo tiene que aceptar. No considera al poeta ni como artista, ni como hombre, no le contrata como a los músicos, ni a los filósofos, ni siquiera como a los esclavos, sino como un mero adorno, como un juguete que lo hará divertirse, de la misma forma como lo hacen sus pájaro. Incluso en otras ocasiones compara al poeta  con las aves: “El rey tenía cisnes en el estanque, canarios, gorriones, cenzontles en la pajarera: un poeta era algo nuevo y extraño”.  La bestialización continúa hasta la muerte, cuando el texto señala “hallaron al pobre diablo de poeta, como gorrión que mata el hielo”. A pesar del paralelo entre los pájaros y el poeta, los pájaros tienen más valor: “a los pájaros se les abrigó, y a él se le dejó al aire glacial”.
La muerte de frío del poeta es una lectura simbólica en la cual se señala que un ideal necesita libertad para expresarse, y si es despojado de ella, se aniquila, se sucumbe, y con él el poeta auténtico también es eliminado.
Los personajes aluden a la sociedad del momento y representan las posturas críticas del autor sobre la poesía contemporánea. Si el rey simboliza la clase alta y el poeta es la clase más baja, entonces la figura del filósofo y sus compañeros representan el sector de la sociedad de en medio, la sociedad insensible que es incomprensiva para el arte del poeta. Esa corte del rey también es el contrario de lo que significa el poeta, y los profesores de retórica eran todos como los objetos de uso corriente, estaban disponibles en todos los momentos; como a los libros, se les podía bajar de una repisa cuando fueran necesarios y no tenían libertad de pensamiento, no tenían ideales.
Manifestándose aquí el sistema literario del que habla Antonio Candido y que Grinor rojo explica de la siguiente forma: el sistema es “la existencia de un conjunto de productores literarios, más o menos conscientes de su papel; un con­junto de receptores, que forman los distintos tipos de público sin los cuales la obra no vive; y un mecanismo transmisor (de modo general, un lenguaje que se traduce en estilos), que vincula a los unos con los otros”[3], es decir, un escritor que tenga plena conciencia social de qué es lo que quiere manifestar y a quiénes lo está haciendo, además de demostrar una crítica, manifestando los progresos y retrocesos de la sociedad.

Rubén Darío se queja por la indiferencia del rey y su corte, a quienes identifica con el público enfrente del poeta que personaliza el arte, porque el público de entonces, según Darío, percibió sólo la belleza superficial y no entendió nada de las artes más profundas. De esta forma, Darío declara que el arte modernista tiene un público poco atento que puede fácilmente confundir lo profundo con lo superficial y que debido a la transformación de las letras en un mercado muchos se olvidan del ideal que es la búsqueda de la belleza.
Como conclusión, podemos decir que los personajes aluden a la sociedad del momento y representan las posturas críticas del autor sobre la poesía contemporánea. En el fondo el relato es amargo y desengañado y “la ciudad modernizada” de la cual habla Rama hace que el poeta no haga nada más que venderse, siendo de esta forma aplastado y tragado por el espíritu materialista de la época.

Gabriel Soto San Martín.


[1] Cfr., Ángel Rama. “La ciudad letrada”, Editorial Arca, Montevideo, 1998.
[2] Véase Bertolt Brecht "Teatro completo". Trad. Miguel Sáenz Sagaseta, Editorial Cátedra, Madrid, 2006.
[3] Cfr., Grinor Rojo, en "Ángel Rama, Antonio Cándido y los conceptos de sistema y tradición en la teoría crítica latinoamericana moderna". Discursos/prácticas Nº 2 [Sem. 1], Universidad de Chile, Santiago de Chile 2008, páginas 79 – 99.







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