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viernes, 13 de julio de 2012

El poeta creador y formador

Abraham Valdelomar es un completo escritor,  reconocido como uno de los principales cuentistas peruanos, tuvo una trágica muerte en la ciudad de Ayacucho el 2 de noviembre de 1919.
Sin duda “Elogio” es un poema de sentido literal, pues en él vemos la declaración explícita de la admiración hacia la figura del poeta, no solo como un ente que utiliza un lenguaje retórico, sino como un ser casi divinizado, creador de alegrías tanto para las personas, como para la misma naturaleza.
Es aquí donde existe la intertextualidad con Huidobro. La concepción del poeta chileno que eleva a un “pequeño Dios” al vate, no se aleja tanto de la visión que Valdelomar proyecta en su poema. Basta con comparar algunos versos; “Por qué cantáis la rosa, ¡oh Poetas!/ Hacedla florecer en el poema”[1], mientras que, el escritor peruano, avala al poeta como manipulador de lo creado de la siguiente forma: “[…] y yo vi ante tus versos la brisa sonreír,/ En el floreal de entonces cantaste a Primavera,/ y hoy es la Primavera, ¡la que te canta a ti!”.[2] En ambos poemas, los autores señalan a la naturaleza, supuesta creación de un dios, sometida a las habilidades y encantos del poeta.

Sin embargo, la figura del poeta estigmatizada solo como un portador de “el ensueño de canción en canción”[3] o de un manipulador de la naturaleza es, de cierto modo, tan negativa como encasillar a una obra literaria como producto de entretención. Pues el poeta es mucho más que eso, es más que un portador de coronas del laurel de hadas, es más que un montón de retórica estereotipada, es más que la creación de un “nuevo anacreón”. El poeta debe incitar a la reflexión por medio de la hermosura, debe demostrar a través de la poesía que existen muchas formas de abordar una realidad, y muchas maneras de interpretar una misma línea, que “[…] no hay caminos constantes…”[4] solo deambulaciones necesarias. 
La figura del letrado se somete constantemente a los cambios actuales, al movimiento del mundo desarrollado, a lo largo de la historia los tópicos han cambiado, las adulaciones solo son un medio para obtener lo que se desea y no una forma de expresar el verdadero valor de algo o de alguien. Es la tarea que debe permanecer viva en el poeta, debe ser responsable y capaz de crear mundos nuevos y cuidar sus palabras, pues “el adjetivo, cuando no da vida mata”, dice Huidobro. Es importante exterminar la adulación y dar paso al elogio, destacar méritos, el vate tiene los suyos, debe encargarse de que, quien está leyendo detrás de sus obras, sea capaz de encontrar los propios gracias a la intertextualidad y a lo implícito, el poeta debe ser el génesis de la nueva belleza, pero también debe estar capacitado “para sacar a luz lo frío y sombrío del alma”.[5]
Se debe apreciar en la poesía, el toque sutil y casi etéreo del amor, no solo pasional, también por todo lo que existe, además, debe haber un toque sustancial de crítica consciente, una expresión comprometida de un ideal, pues el arte es la expresión máxima de lo que es el ser humano, como nos recuerda Abraham Valdelomar; el  arte, el talento y el amor están unidos, de alguna forma, por un simbólico laurel.  
Yaritza Echeverría


[1] Ver en Huidobro, Vicente. “Arte poética” Disponible en http://www.vicentehuidobro.uchile.cl/poema6.htm, 10 de Julio de 2012.
[2] Valdelomar, A. “Elogio”. Disponible en http://www.diarioinca.com/2008/09/elogio-poema-de-abraham-valdelomar.html, 10 de Julio de 2012
[3] Valdelomar, A. “Elogio” Ibídem.
[4] Martí. J. “Prólogo al Poema del Niágara” de Juan Antonio Pérez Bonalde. Revista de Cuba, tomo XIV. 1883. En Obras Completas. Tomo 7. Págs 223 a 238.
[5]Cfr., Martí, J. Escenas Norteamericanas. Disponible en http://es.scribd.com/doc/10488787/Jose-Marti-Escenas-norteamericanas Pág. 24. 13 de Julio de 2012.

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