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jueves, 12 de julio de 2012

Parodia del poeta


El rey burgués  es parte de la gran obra del libro Azul, primer libro de Rubén Darío, escritor considerado un ciudadano del mundo por su faceta de intelectual viajero y  cosmopolita del siglo XIX, que viaja a Chile para publicar su obra en la ciudad de Valparaíso en julio de 1888. El rey burgués fue de gran importancia para Chile porque se transforma en un hito fundamental para la literatura modernista, fijando un nuevo rumbo de la sensibilidad del poeta y a la presencia de más de un narrador.
Darío en su relato, nos anticipa será un cuento alegre, pero a medida que avanza toma un nuevo rumbo, se transforma en una tragicomedia dejando al descubierto la miseria del poeta; concepto trabajado por Bajtín, quién dice  que ésta refleja una situación atípica que solo se da en fiestas populares.
La obra comienza de forma espontánea, como un mero pretexto literario: para distraer las brumosas y tristes melancolías. Darío enmarca la historia del cuento, es un tipo de narración que le permite incorporar al relato principal otro relato secundario, es decir, la historia enmarcada da origen a una nueva historia  dentro de la misma, dando paso a la ficción.  Son dos amigos, uno le relata un cuento alegre al otro para pasar el frío invierno. Había una vez un rey burgués muy poderoso que vivía en un lujoso palacio colmado de obras de arte. Un día llegó al palacio un poeta pidiendo comida; el rey le contestó que si hablaba comería. Entonces el poeta comenzó a hablar del arte y de la poesía. El rey le interrumpió y preguntó al filósofo, y éste respondió que el poeta lograría ganarse la comida tocando una caja de música, por lo que el rey dijo al poeta que por cada pieza de música que tocase le daría un pedazo de pan. Al llegar el invierno, se olvidaron de él y una noche de nieve, el poeta murió de frío. Como había una fiesta en palacio nadie se enteró de su muerte hasta el día siguiente. Le encontraron todavía con la mano en el manubrio.
La obra representa la lucha, la tención entre estos tres personajes: el rey burgués como el antihéroe; el poeta como el héroe; y el filósofo como el consejero del rey. Darío juega con la diversidad de personalidades para hacer del cuento algo más interesante para el lector.
El rey burgués es poderoso, un aficionado al arte, un coleccionista que recopila objetos artísticos de diferentes culturas,  y trata al poeta como uno más de sus objetos coleccionables. A este rey poco le importa y le interesa lo que cante o recite el poeta; para él, el poeta es algo meramente decorativo, desconocido y nuevo omitiendo el real sentido de sus palabras, evidencia de su afán materialista. Darío describe al rey, en principio, con brillantez pero gradualmente lo trabaja con ironía, caricaturizándolo como un frívolo coleccionista de arte, rodeado de objetos, que sólo muestran lo que tiene; pero también lo que le falta: imaginación.
En la obra El rey burgués, el filósofo es el encargado de asesorar al rey, se mueve entre las sombras y maneja, únicamente con su sabia voz la voluntad del rey,  determinando el trágico final del poeta. Esto ya se veía en la  República de  Platón, cuyas tareas y decisiones del gobierno estaban en manos sólo de personas que gozaban del acceso al conocimiento de la ciencia verdadera y del Bien: el filósofo. De esta forma, las artes y humanidades están en la periferia de este sistema político y filosófico, consideradas inútiles, subversivas y revolucionarias, ligadas a la flojedad, a la inutilidad y el ocio del ser humano. Surge así, el dilema si el arte es entretención o conocimiento, claro está, sigue el canon estético.
Si remontáramos la historia, en la cultura se hizo un gran esfuerzo por pasar del mito al logos, es decir, pasar desde la poética a la filosofía, ya que el logos era el conocimiento, la palabra, la razón que permitía reflexionar sobre la realidad y el mito respondía a la producción ficcional del mundo (épica, tragedia, comedia). Por eso, en la filosofía alemana, Heidegger  hablará que el poeta es el guardián del mito existente desde tiempos de penurias.
El poeta, un artista con indiscutibles atributos de la palabra es considerado un objeto decorativo para el rey burgués, y  por hambre debe ceder a sus principios y limites condenado a tocar la caja musical en el jardín en medio de una tormenta invernal. Este instrumento musical simboliza lo que fuera su inspiración antes de venderse al rey  y cambiarla por la seguridad material que lo terminaría matando. Pasma como este poeta idealista, soñador  y noble se deja morir en la miseria.
Elementos que resultan interesantes en el relato y configuran a los personajes son el espacio y tiempo. El tiempo no cobra mayor relevancia en la obra para no distraer al lector de la real intención del autor, simplemente son alusiones vagas e indefinidas  que sólo sirven para enmarcar la acción: un día, llegó el invierno. Pero lo que sí acentúa en la obra es el espacio, tanto los interiores como los exteriores del palacio, comparándolos con el esplendor del Babilonia y el rey del Sol.
De este modo, el palacio y el jardín toman un valor connotativo y se convierten en símbolos. El palacio representa el buen gusto, el refinamiento del canon estético; y el jardín representa la libertad, la naturaleza e inspiración del poeta; pero paradójicamente se convierte en su propia tumba cuando renuncia a su libertad creadora desapareciendo completamente.
Rubén Darío concluye su obra  recordando el inicio del cuento: ¡Oh, mi amigo!, invitando al lector a una triste reflexión del poeta que representa el sentimiento de menosprecio  del arte por parte de esta clase insensible, la burguesía. Manifiesta en su prosa la necesidad de reivindicar el lugar del poeta en la sociedad como también revalorizar el arte y no caer en el oficio de la elemental colección de éste para vanagloriarse, sin meditar un poco por lo menos, en la verdadera valoración que se merece.

Por  Dayana Castro.

1 comentarios:

halleyquattrone dijo...

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